El Papa en el Angelus
¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!
El evangelio de este segundo domingo de cuaresma, nos presenta el
trozo de la Transfiguración de Jesús (cf. Mt. 17, 1-9). Toma Jesús
consigo a sus apóstoles, Pedro, Santiago y Juan y les lleva aparte a un
monte alto, allí se ve este fenómeno, el rostro de Jesús “brilla como el
sol y sus vestidos se volvieron blanquísimos como la luz” (v.2), de tal
manera el Señor hace resplandecer en su persona esta gloria divina que
se podría acoger con la fe en su predicación y también en sus gestos
milagrosos. Y la transfiguración se acompaña, sobre el monte, con la
aparición de Moisés y Elias “que conversaban con El” (v.3). La
luminosidad que caracteriza este evento extraordinario simboliza el
desafío de iluminar los espíritus y corazones de los discípulos para que
puedan comprender claramente quién es su Maestro. Y es una chispa de
luz que se abre improvisadamente sobre el misterio de Jesús e ilumina
toda su persona y toda su historia.
Desde ahora firmemente comprometido hacía Jerusalén donde deberá
sufrir la condenación a muerte por la crucifixión Jesús quiere preparar a
los suyos para el escándalo de la cruz, demasiado fuerte para su fe, y
al mismo tiempo anunciar con antelación su resurrección, que se
manifiesta como el Mesías, el Hijo de Dios. Y Jesús les prepara para ese
momento triste y (portador) de tanto sufrimiento. En efecto, Jesús
muestra unas expectativas diferentes a lo que imaginaron del Mesías,
sobre cómo sería el Mesías; no es un rey poderoso y glorioso, sino un
siervo humilde y desarmado, no es un señor de una gran riqueza signo de
bendición, sino un hombre pobre que no tiene donde reclinar la cabeza,
no un patriarca con una numerosa descendencia, sino como uno más, sin
casa y sin nido. Es verdaderamente una revelación de Dios invertida y el
signo más desconcertante de esta inversión escandalosa, es la cruz.
Pero es a través de la cruz cómo Jesús va a llegar a la resurrección
gloriosa, que será definitiva, no como esta transfiguración que ha
durado un momento, un instante.
Jesús transfigurado en el monte Tabor, ha querido mostrar a sus
discípulos su gloria, no para evitarles pasar por la cruz, sino para
indicar a dónde conduce la cruz. Quien muere con Cristo con Cristo
resucitará. La cruz es la puerta de la resurrección. Quién lucha con El,
con El triunfará. Es el mensaje de la esperanza que la cruz de Jesús
contiene, exhortando en la fuerza, en nuestra existencia.
La cruz cristiana no es un objeto de la casa o un ornamento para
llevar, sino que la cruz cristiana es un recordatorio del amor con el
cuál Jesús se ha sacrificado para salvar a la humanidad del mal y del
pecado. En este tiempo de cuaresma, contemplemos con devoción la imagen
del crucifijo: Jesús en la cruz marca las etapas de nuestro itinerario
de cuaresma para comprender cada vez más la gravedad del pecado y el
valor del sacrificio con el cuál el Redentor, nos ha salvado a todos.
La Virgen Santa, ha sabido contemplar , la gloria de Dios escondido
en su humanidad. Que ella nos ayude a permanecer con El en la oración
silenciosa, a dejarnos iluminar por su presencia, para llevar en nuestro
corazón , a través de las más oscuras noches, un reflejo de su gloria.