Pablo Cabellos Llorente
El lenguaje sirve para establecer
relaciones, posee la grandeza de hacer posible los pactos, la enseñanza,
el aprendizaje, la educación, dar razón de un estado de ánimo, expresar
un pensamiento, progresar, descubrir, etc.
Para ejemplo basta un botón: un minibús
publicitario ha sido retenido por la policía en Madrid. Otro semejante
pero con el slogan opuesto ha circulado libremente. He de decir que no
me agrada ninguno de ellos. El fondo, es la Ideología de género, que
tampoco me agrada. La misma palabra −género− ha sido desvirtuada en
orden a desligar sexo de la condición de la persona y crear todo un
sistema de pensamiento único y obligatorio con el propósito de cambiar
la sociedad en algo bien diverso de lo que estamos acostumbrados. Desde
políticos de derecha o centro-derecha hasta la izquierda más extrema,
ninguno se atreve a discrepar con elegancia. Tampoco algunos sociólogos y
unos pocos médicos.
Acabamos ignorando de qué hablamos
cuando utilizamos determinadas palabras, siendo así que el leguaje es un
vehículo de comunicación entre las personas. Sirve para establecer
relaciones, posee la grandeza de hacer posible los pactos, la enseñanza,
el aprendizaje, la educación, dar razón de un estado de ánimo, expresar
un pensamiento, progresar, descubrir, etc., etc. Heidegger tendió a ver el hombre como “un ente que habla”. El leguaje, escribió Yepes, sirve para comunicarse y tiene como requisito el conocimiento. Quizá por eso, Choza afirmó que comprender
una palabra es saber qué significa, y saber qué significa es saber
usarla de tal manera que, siendo la persona un ser constitutivamente
dialogante, sin la lengua no existiría la vida social. Así no se entiende que la carnavalada canaria pisotee la libertad y la expresión y así se denomine.
El viejo Aristóteles lo expresó de un modo transformado en proverbial: la
razón por la que el hombre es un animal político… es porque es el único
animal que tiene la palabra. Pues la voz es signo del placer y del
dolor. En esto se asemeja más a los animales. Pero la palabra es para
mostrar lo conveniente y lo perjudicial, así como lo justo y lo
injusto. Y esto es lo propio del hombre frente a los demás animales:
poseer el solo sentido del bien y del mal, de lo justo y lo injusto, y
de los demás valores, y de la participación comunitaria. De estos
elementos constituye la casa y la ciudad. Observamos dos funciones del lenguaje: expresarse y comunicarse. Sin comunicación no hay sociedad, del mismo modo que sin diálogo no hay relación interpersonal.
Al comienzo aludía a la Ideología de
género como un pensamiento único y obligatorio, pero se sabe más o menos
cómo razona, aunque de ninguna manera hasta sus últimas consecuencias:
se ignora cómo acaba un niño al que se le dice desde muy pronto que
puede elegir el género que desee. Pasa algo semejante con el aborto: no
hay estadísticas oficiales de lo que ocurre con una mujer que aborta
sabiendo que hay muchas que convierten su vida en un infierno. Pero hay
más palabras equívocas. Bien notamos que, para alguno de nuestros
gobernantes el individuo y las sociedades menores son subsidiarias de
las entidades oficiales. Esta forma de estatismo castra la creatividad y
el emprendimiento.
El relativismo ha venido en su auxilio:
la afirmación de que, aunque existiera la verdad, no puede ser alcanzada
y por tanto de igual modo, la belleza y la bondad, vendrían a hacer un
mundo sin aliciente, sin atractivo, hosco, poco natural. Pero es que
tampoco gusta la palabra naturaleza referida al ser humano,
porque solicitaría atenerse a sus reglas y postularía un cosmos
reclamando un Dios. No robo a nadie su libertad de pensamiento, más bien
la postulo, pero de modo que nos entendamos: se puede pensar con
raciocinio o sin él, o con un modo de hacerlo descabellado al entender
de algunos. Se pueden tener sentimientos bellos o macabros, y que cada
uno elija el que pretenda. Pero con un lenguaje en el que nos
entendamos. Si vaciamos las palabras de significado, acabaremos en una
Babel sin capacidad de discernimiento y diálogo.
De los diversos aspectos que podemos
considerar de la libertad −tan rica es− uno muy interesante es el del
albedrío interior. Muchos hombres modernos han considerado el ejercicio
de la libertad como el principio más sublime de los nuevos tiempos (Hegel),
el don mayor que recibimos. Pues la libertad interior, que nadie puede
arrancar, es la del dueño de sí mismo. Ningún cautiverio o castigo puede
suprimir este nivel profundo de la libertad. Está exigiendo los
derechos de la libertad de opinión, el de la libertad religiosa y el de
vivir según las propias convicciones. Pero ahora interesa la libertad
social.
Puesto que la libertad hay que
realizarla, requiere que en la sociedad, cada uno pueda hacer su propio
proyecto vital. Esta libertad social demanda que los ideales puedan
vivirse, lo que pide su permisión y que sean posibles. La libertad
social postula la liberación de la miseria, es decir de la falta de
bienes económicos, jurídicos, culturales, políticos, morales y
religiosos (Choza). Esta miseria es la forma de ausencia de albedrío.
Por eso, una sociedad cerrada es menos libre. ¿La estaremos fabricando
así? Porque el vivir bien exige unas buenas relaciones interpersonales,
facilitadas por el buen entendimiento.