Carta del Papa a los organizadores del IX Encuentro Mundial de la Familia
Al Venerado Hermano el cardenal Kevin Farrell, prefecto del
dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida Al final del VIII
Encuentro Mundial de las Familias, celebrado en Filadelfia en septiembre
de 2015, anuncié que el encuentro sucesivo con las familias católicas
de todo el mundo tendría lugar en Dublín.
Ahora, con el deseo de comenzar su preparación, me complazco en
confirmar que se desarrollará del 21 al 26 de agosto de 2018, sobre el
tema: “El Evangelio de la familia: alegría para mundo”. Y con respecto a
este tema y a su desarrollo quisiera ofrecer algunas indicaciones más
precisas.
Deseo, efectivamente, que las familias puedan profundizar en la
reflexión y compartir los contenidos de la Exhortación Apostólica
post-sinodal Amoris Laetitia.
Nos podríamos preguntar: ¿El Evangelio sigue siendo alegría para el
mundo? Y también: ¿La familia sigue siendo una buena noticia para el
mundo de hoy? ¡Yo estoy seguro de que sí! Y este “sí” está firmemente
fundado en el plan de Dios.
El amor de Dios es su “sí” a toda la creación y al corazón de la
misma, que es el hombre. Es el “sí” de Dios a la unión entre el hombre y
la mujer, abierta a la vida y al servicio de ella en todas sus fases;
es el “sí” y el compromiso de Dios con una humanidad a menudo herida,
maltratada y dominada por la falta de amor.
La familia, por lo tanto, es el “sí” del Dios Amor. Solamente
partiendo del amor la familia puede manifestar, difundir y regenerar el
amor de Dios en el mundo. Sin amor no se puede vivir como hijos de Dios,
como cónyuges, padres y hermanos.
Quiero hacer hincapié en la importancia de que las familias se
pregunten a menudo si viven partiendo del amor, por el amor y en el
amor. Esto significa concretamente darse, perdonarse, no perder la
paciencia, anticiparse al otro, respetarse. ¡Cómo mejoraría la vida
familiar si cada día se vivieran las tres sencillas palabras “permiso”,
“gracias”, “lo siento”!
Todos los días experimentamos la fragilidad y la debilidad, y por eso
todos nosotros, familias y pastores, necesitamos una humildad renovada
que plasme el deseo de formarnos, de educarnos y de ser educados, de
ayudar y de ser ayudados, de acompañar, discernir e integrar a todos los
hombres de buena voluntad.
Sueño con una Iglesia en salida, no autorreferencial, una Iglesia que
no pase lejos de las heridas del hombre, una Iglesia misericordiosa que
anuncie el corazón de la revelación de Dios Amor que es la
Misericordia.
Es la misma misericordia que nos hace nuevos en el amor; y sabemos
cuanto las familias cristianas sean lugares de misericordia y testigos
de misericordia; después del Jubileo extraordinario lo serán todavía
más, y el Encuentro de Dublín podrá dar señales concretas.
Invito, pues, a toda la Iglesia a recordar estas indicaciones en la preparación pastoral para el próximo Encuentro Mundial.
Ante Usted, querido Hermano, junto con sus colaboradores, se presenta
la tarea de conjugar de una forma especial la enseñanza de Amoris
Laetitia, con la cual la Iglesia desea que las familias estén siempre en
camino, en esa peregrinación interior que es una manifestación de vida
auténtica. Mi pensamiento se dirige de manera especial a la
archidiócesis de Dublín y a toda la querida Nación irlandesa, por la
generosa hospitalidad y el esfuerzo que implica organizar un evento de
esta magnitud.
¡Que el Señor les recompense a partir de ahora, concediéndoles en
abundancia favores celestes! La Sagrada Familia de Nazaret guíe,
acompañe y bendiga vuestro servicio y a todas las familias involucradas
en la preparación del gran Encuentro Mundial de Dublín.
Desde el Vaticano, 25 de marzo de 2017