El Papa ayer en el Ángelus
Queridos hermanos y hermanas, buenos días!
El Evangelio del tercer domingo de cuaresma nos presenta el diálogo
de Jesús con la Samaritana (cf. Jn 4,5-42). El encuentro tiene lugar
cuando Jesús atraviesa Samaría, región entre Judea y Galilea, habitada
por gente que los judíos despreciaban, porque los consideraban
cismáticos y herejes. Sin embargo este pueblo será justamente uno de los
primeros en adherirse a la predicación cristiana de los apóstoles.
Mientras que los discípulos van de pueblo en pueblo para proveerse de
comida, Jesús se queda junto a un pozo y pide de beber a una mujer, que
venía a sacar agua. Y comienzan un diálogo.
“Cómo un judío se digna pedir agua a una mujer samaritana?” Jesús
responde: “ Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice dame
de beber, tú le habrías pedido a él, y él te habría dado agua viva”, un
agua que apaga toda sed, y se convierte en fuente inagotable en el
corazón de quien la bebe (vv. 10-14).
Ir al pozo a por agua es enojoso y fastidioso: Estaría bien tener a
disposición una fuente de la brote agua! Pero Jesús habla de una fuente
diferente. Cuando la mujer se da cuenta de que el hombre con quién habla
es un profeta, ella le confiesa su vida y le hace preguntas
religiosas.
Su sed de cariño y de una vida plena que no ha tenido con sus cinco
maridos, al contrario ha tenido experiencias decepcionantes y de
engaños. Por eso la mujer está impactada por el respeto que Jesús tiene
por ella cuando le habla de la verdadera fe como de una relación con
Dios Padre “en espíritu y verdad”, entonces ella tienen la intuición de
que este hombre podría ser el Mesías, y Jesús – cosa rarísima – le
confirma: “ Yo soy, el que te está hablando” (v. 26 ). El dice ser el
Mesías a una mujer que había tenido una vida desordenada.
Queridos hermanos, el agua que da la vida eterna ha sido derramada en
nuestros corazones el día de nuestro bautismo: Dios nos ha transformado
y colmado de su gracia.
Pero puede ser que este gran don lo hayamos olvidado o reducido a
algo administrativo: y quizás estemos en busca de “pozos” cuyas aguas no
quitan la sed. Cuando nosotros olvidamos la verdadera agua, vamos en
busca de pozos cuyas aguas no están limpias. Entonces este Evangelio es
justo para nosotros! No solamente para la Samaritana, para nosotros.
Algunos de nosotros ya le conocemos, pero puede ser que aún no lo
hayamos encontrado personalmente. Sabemos quién es Jesús, pero puede ser
que no lo hayamos encontrado personalmente hablando con él y no le
hemos reconocido como nuestro Salvador.
Este tiempo de cuaresma es una buena ocasión para acercarnos a él
encontrándole en la oración, en un diálogo de corazón a corazón: hablar
con él, escucharle. Es una buena ocasión para ver su rostro, tanto en el
rostro de un hermano o de una hermana que sufre. De esta manera,
podemos renovar en nosotros la gracia del bautismo, refrescándonos en la
fuente de la Palabra de Dios, y de su Espíritu Santo. Y así descubrir
también la alegría de ser artesanos de reconciliación e instrumentos de
paz en la vida cotidiana.
Que la Virgen María nos ayude a beber constantemente de la gracia, a
ser esta agua que brota de la roca que es Cristo Salvador, para que
podamos profesar nuestra fe con convicción y anunciar con alegría las
maravillas del amor de Dios misericordioso y fuente de todo bien.
Ave María….