La herencia de san Juan Pablo II en el 12º aniversario de su “nacimiento al Cielo”
Acordaos siempre de su enseñanza: esto es en
resumen el mensaje que el papa Francisco dio hace dos años, en el 10º
aniversario de la muerte de san Juan Pablo II (18 de mayo de 1920-2 de
abril del 2005). Un mensaje siempre válido en este nuevo aniversario, el
12º del nacimiento al cielo de este santo papa polaco.
El papa Juan Pablo II falleció en la tarde del sábado 2 de abril del
2005, en el domingo de la Misericordia Divina que él había instituido en
respuesta a la demanda expresada por Cristo a santa Faustina Kowalska
(1905-1938), santa polaca que el papa canonizó el mismo día de esta
institución, el 30 de abril del 2000. La fecha de su muerte sella así de
alguna manera su testamento espiritual.
“El Señor resucitado se ofrece como don a la humanidad, que a veces
parece extraviada y dominada por el poder del mal, por el egoísmo y por
el miedo, su amor que perdona, que reconcilia y abre de nuevo el alma a
la esperanza. Este amor que convierte los corazones y que da la paz. El
mundo tiene una gran necesidad de comprensión y de acoger la Divina
Misericordia!”, escribió para el 3 de abril de 2005.
En la inauguración del nuevo santuario de la Divina Misericordia en Cracovia, Lagiewniki, sábado 17 de agosto de 2002,
dijo: “¡En la misericordia de Dios el mundo encontrará la paz, y el
hombre, la felicidad. Os encomiendo esta tarea a vosotros, amadísimos
hermanos y hermanas, a la Iglesia que está en Cracovia y en Polonia, y a
todos los devotos de la Misericordia divina que vengan de Polonia y del
mundo entero. ¡Sed testigos de la misericordia!”
“Con los ojos del alma, agregó Juan Pablo II, deseamos contemplar la
mirada de Jesús misericordioso, para encontrar en la profundidad de esta
mirada el reflejo de su vida, lo mismo que la luz de la gracia, que
tantas veces hemos recibido y que Dios nos reserva para todos los días y
para el último día”.
Y destacó el papel del Espíritu Santo: “Es el Espíritu Santo,
Consolador y el Espíritu de Verdad, quien nos conduce en el camino de la
Divina Misericordia “