El Papa al Congreso: “Lutero 500 años después”
Queridos Hermanos, Gentiles Señoras y
Señores, os recibo con gusto y os saludo cordialmente. Agradezco al
Padre Bernard Ardura sus palabras, con las que ha resumido el sentido de
este Congreso sobre Lutero y su reforma.
Os confieso que el primer sentimiento
que tengo ante esta loable iniciativa del Pontificio Comité de Ciencias
Históricas es un sentimiento de agradecimiento a Dios, acompañada también por un cierto asombro,
al pensar que no hace mucho tiempo un congreso de este género habría
sido del todo impensable. Hablar de Lutero, católicos y protestantes
juntos, por iniciativa de un organismo de la Santa Sede: verdaderamente
tocamos los frutos de la acción del Espíritu Santo, que supera toda
barrera y transforma los conflictos en ocasión de crecer en la
comunión. Del conflicto a la comunión es precisamente el título
del documento de la Comisión Luterano–Católica Romana para la
conmemoración común del quinto centenario del inicio de la Reforma de
Lutero.
Me alegra saber que esta conmemoración ha ofrecido a estudiosos procedentes de varias instituciones la oportunidad de mirar juntos esos
eventos. Profundizaciones serias sobre la figura de Lutero y su crítica
a la Iglesia de su tiempo y al papado contribuyen ciertamente a superar
aquel clima de mutua desconfianza y rivalidad que por demasiado tiempo
en el pasado caracterizó las relaciones entre católicos y protestantes.
El estudio atento y riguroso, libre de prejuicios y polémicas
ideológicas, permite a las Iglesias, hoy en diálogo, discernir y asumir
lo positivo y legítimo de la Reforma, y tomar distancia de errores,
exageraciones y fracasos, reconociendo los pecados que llevaron a la
división.
Todos somos bien conscientes de que el
pasado no puede cambiarse. Sin embargo, hoy, después de cincuenta años
de diálogo ecuménico entre católicos y protestantes, es posible hacer
una purificación de la memoria, que no consiste en realizar una
imposible corrección de lo sucedido hace quinientos años, sino en
«contar esa historia de modo diverso» (Comisión Luterano–Católica Romana
por la unidad, Del conflicto a la comunión, 17-VI-2013, 16), ya
sin restos de aquel rencor por las heridas padecidas que deforma la
visión que tenemos los unos de los otros. Hoy, como cristianos, todos
estamos llamados a liberarnos de los prejuicios a la fe que los otros
profesan con un acento y un lenguaje distinto, a intercambiarnos
mutuamente el perdón por las culpas cometidas por nuestros padres e
invocar juntos de Dios el don de la reconciliación y de la unidad.
Mientras acompaño con la oración vuestro
valioso trabajo de investigación histórica, invoco sobre todos nosotros
la bendición de Dios omnipotente y misericordioso. Y os pido, por
favor, que recéis por mí. Que Dios nos bendiga a todos. Gracias.