Mensaje Urbi et Orbi del Papa
Queridos hermanos y hermanas, Feliz Pascua.
Hoy, en todo el mundo, la Iglesia renueva el anuncio lleno de asombro de los primeros discípulos: Jesús ha resucitado — Era verdad, ha resucitado el Señor, como había dicho (cf. Lc 24,34; Mt 28,5-6).
La antigua fiesta de Pascua, memorial de la liberación de la
esclavitud del pueblo hebreo, alcanza aquí su cumplimiento: con la
resurrección, Jesucristo nos ha liberado de la esclavitud del pecado y
de la muerte y nos ha abierto el camino a la vida eterna.
Todos nosotros, cuando nos dejamos dominar por el pecado, perdemos el
buen camino y vamos errantes como ovejas perdidas. Pero Dios mismo,
nuestro Pastor, ha venido a buscarnos, y para salvarnos se ha abajado
hasta la humillación de la cruz. Y hoy podemos proclamar: «Ha resucitado el Buen Pastor que dio la vida por sus ovejas y se dignó morir por su grey. Aleluya» (Misal Romano, IV Dom. de Pascua, Ant. de la Comunión).
En toda época de la historia, el Pastor Resucitado no se cansa de
buscarnos a nosotros, sus hermanos perdidos en los desiertos del mundo. Y
con los signos de la Pasión —las heridas de su amor misericordioso— nos
atrae hacia su camino, el camino de la vida. También hoy, él toma sobre
sus hombros a tantos hermanos nuestros oprimidos por tantas clases de
mal.
El Pastor Resucitado va a buscar a quien está perdido en los
laberintos de la soledad y de la marginación; va a su encuentro mediante
hermanos y hermanas que saben acercarse a esas personas con respeto y
ternura y les hacer sentir su voz, una voz que no se olvida, que los
convoca de nuevo a la amistad con Dios.
Se hace cargo de cuantos son víctimas de antiguas y nuevas
esclavitudes: trabajos inhumanos, tráficos ilícitos, explotación y
discriminación, graves dependencias. Se hace cargo de los niños y de los
adolescentes que son privados de su serenidad para ser explotados, y de
quien tiene el corazón herido por las violencias que padece dentro de
los muros de su propia casa.
El Pastor Resucitado se hace compañero de camino de quienes se ven
obligados a dejar la propia tierra a causa de los conflictos armados, de
los ataques terroristas, de las carestías, de los regímenes opresivos. A
estos emigrantes forzosos, les ayuda a que encuentren en todas partes
hermanos, que compartan con ellos el pan y la esperanza en el camino
común.
Que en los momentos más complejos y dramáticos de los pueblos, el
Señor Resucitado guíe los pasos de quien busca la justicia y la paz; y
done a los representantes de las Naciones el valor de evitar que se
propaguen los conflictos y de acabar con el tráfico de las armas.
Que en estos tiempos el Señor sostenga en modo particular los
esfuerzos de cuantos trabajan activamente para llevar alivio y consuelo a
la población civil de Siria, víctima de una guerra que no cesa de
sembrar horror y muerte. Que conceda la paz a todo el Oriente Medio,
especialmente a Tierra Santa, como también a Irak y a Yemen.
Que los pueblos de Sudán del Sur, de Somalia y de la República
Democrática del Congo, que padecen conflictos sin fin, agravados por la
terrible carestía que está castigando algunas regiones de África,
sientan siempre la cercanía del Buen Pastor.
Que Jesús Resucitado sostenga los esfuerzos de quienes, especialmente
en América Latina, se comprometen en favor del bien común de las
sociedades, tantas veces marcadas por tensiones políticas y sociales,
que en algunos casos son sofocadas con la violencia. Que se construyan
puentes de diálogo, perseverando en la lucha contra la plaga de la
corrupción y en la búsqueda de válidas soluciones pacíficas ante las
controversias, para el progreso y la consolidación de las instituciones
democráticas, en el pleno respeto del estado de derecho.
Que el Buen Pastor ayude a ucraniana, todavía afligida por un
sangriento conflicto, para que vuelva a encontrar la concordia y
acompañe las iniciativas promovidas para aliviar los dramas de quienes
sufren las consecuencias.
Que el Señor Resucitado, que no cesa de bendecir al continente
europeo, dé esperanza a cuantos atraviesan momentos de dificultad,
especialmente a causa de la gran falta de trabajo sobre todo para los
jóvenes.
Queridos hermanos y hermanas, este año los cristianos de todas las
confesiones celebramos juntos la Pascua. Resuena así a una sola voz en
toda la tierra el anuncio más hermoso: «Era verdad, ha resucitado el
Señor». Él, que ha vencido las tinieblas del pecado y de la muerte, dé
paz a nuestros días. Feliz Pascua.