Motu Proprio del Papa que transfiere las competencias de los santuarios al Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización
1. El Santuario tiene en la Iglesia un “gran valor simbólico”[1]y
hacerse peregrinos es una verdadera profesión de fe . Efectivamente, a
través de la contemplación de las imágenes sagradas, se atestigua la
esperanza de sentir más fuerte la cercanía de Dios que abre el corazón a
la confianza de ser escuchados y respondidos en los deseos más
profundos[2]. La piedad popular, que es una “expresión auténtica de la
acción misionera espontánea del pueblo de Dios”[3], encuentra en el
Santuario un lugar privilegiado donde expresar la bella tradición de
oración, de devoción y de confianza en la misericordia de Dios
inculturada en la vida de todos los pueblos.
Desde los primeros siglos se pensó en la peregrinación, en primer
lugar, a los lugares donde Jesucristo había vivido, anunciado el
misterio del Padre y, sobre todo, donde había una señal tangible de su
resurrección: la tumba vacía. Los peregrinos, sucesivamente, se
pusieron en camino hacia los lugares en los que, según las diferentes
tradiciones, se encontraban las tumbas de los Apóstoles. A través de
los siglos, en fin, la peregrinación se extendió también a aquellos
lugares, que se han convertido en mayoría, donde la piedad popular ha
sentido de primera mano la misteriosa presencia de la Madre de Dios, de
los santos y de los beatos[4].
2. Los Santuarios siguen siendo hoy en nuestros días en todas las
partes del mundo un signo distintivo de la fe sencilla y humilde de los
creyentes que encuentran en estos lugares sagrados la dimensión básica
de su existencia creyente. Aquí experimentan profundamente la cercanía
de Dios, la ternura de la Virgen María y la compañía de los Santos: una
experiencia de verdadera espiritualidad que no puede ser devaluada, so
pena de mortificar la acción del Espíritu Santo y la vida de la gracia.
Muchos Santuarios han sido percibidos como parte de la vida de las
personas, de las familias y de las comunidades hasta el punto de que
han plasmado la identidad de enteras generaciones, hasta incidir en la
historia de algunas naciones.
La gran afluencia de peregrinos, la oración humilde y sencilla del
pueblo de Dios, alternada con las celebraciones litúrgicas, el cumplirse
de tantas gracias que muchos creyentes atestiguan haber recibido y la
belleza natural de estos lugares demuestran que los Santuarios, en la
variedad de su formas, expresan una oportunidad insustituible para la
evangelización en nuestro tiempo.
3. Estos lugares, a pesar de la crisis de fe que afecta al mundo
contemporáneo, todavía se perciben como espacios sagrados hacia los que
ir como peregrinos para encontrar un momento de descanso, de silencio y
de contemplación en medio de la vida, a menudo frenética, de nuestros
días. Un deseo escondido hace que surja en muchos la nostalgia de
Dios; y los Santuarios pueden ser un verdadero refugio para volver a
descubrirse y recuperar las fuerzas necesarias para la conversión. En el
Santuario, por último, los fieles pueden recibir apoyo para su camino
habitual en la parroquia y en la comunidad cristiana. Esta ósmosis entre
la peregrinación al Santuario y la vida de todos los días es una ayuda
eficaz para la pastoral, porque hace posible reavivar el compromiso
de la evangelización a través de un testimonio más convencido. Por lo
tanto, caminar hacia el Santuario y participar en la espiritualidad que
expresan estos lugares ya son un acto de evangelización que merece ser
valorado por su intenso valor pastoral.[5]
4. Por su misma naturaleza, pues, el Santuario es un lugar
sagrado donde el anuncio de la Palabra de Dios, la celebración de los
sacramentos, especialmente de la Reconciliación y de la Eucaristía, y el
testimonio de la caridad expresan el gran compromiso de la Iglesia en
la evangelización; y por lo tanto se presentan como un lugar genuino de
evangelización donde, desde el primer anuncio hasta la celebración de
los sagrados misterios. se manifiesta la acción poderosa con que actúa
la misericordia de Dios en la vida de las personas.
A través de la espiritualidad propia de cada Santuario, los
peregrinos son llevados con la “pedagogía de la evangelización”[6] hacia
un compromiso cada vez más responsable tanto en su formación cristiana,
como en el testimonio necesario de caridad que se deriva de ella. El
Santuario también contribuye en gran medida al esfuerzo catequético de
la comunidad cristiana[7]; transmitiendo, efectivamente, de forma
coherente con los tiempos el mensaje que dio inicio a su fundación,
enriquece la vida de los creyentes, dándoles las razones para un
compromiso en la fe (cf. 1 Ts 1,3) más maduro y consciente. En el
Santuario, finalmente, se abren de par en par las puertas a los
enfermos, los discapacitados, y especialmente a los pobres, los
marginados, los refugiados y los migrantes.
5. A la luz de estas consideraciones, es evidente que los Santuarios
están llamados a desempeñar un papel en la nueva evangelización de la
sociedad actual y que la Iglesia está llamada a valorizar pastoralmente
las razones del corazón que se expresan a través de las peregrinaciones
a los Santuarios y a los lugares de devozione.
Por lo tanto, queriendo fomentar el desarrollo de la pastoral que se
lleva a cabo en los Santuarios de la Iglesia, he decidido transferir al
Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización las
competencias que, en virtud del artículo. 97, 1 ° de la Const.
Ap. Pastor Bonus, estaban asignadas hasta ahora a la Congregación para
el Clero así como las previstas en el art. 151 de la misma
Constitución, en relación con los viajes por motivos de piedad, sin
perjuicio, no obstante, de los deberes de las autoridades eclesiásticas
legítimas y de los que, en virtud de leyes especiales, correspondan a
otros organismos en relación con determinados Santuarios.
A consecuencia de ello, establezco que de ahora en adelante será
tarea del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva
Evangelización:
a) la erección de Santuarios internacionales y la aprobación de sus
respectivos estatutos, de acuerdo con los cc. 1232-1233 del CIC.
b) el estudio y la aplicación de medidas para promover la función
evangelizadora de los Santuarios y el cultivo en ellos de la piedad
popular.
c) la promoción de una pastoral orgánica de los Santuarios como centros propulsores de la nueva evangelización.
d) la promoción de encuentros nacionales e internacionales para
promover una obra de renovación pastoral común de la pastoral de la
piedad popular y de las peregrinaciones a los lugares de culto.
e) la promoción de la formación específica de los operadores de los Santuarios y de los lugares de piedad y devoción.
f) la vigilancia para que se ofrezca a los peregrinos, en los lugares
del recorrido, una asistencia espiritual y eclesial coherente y
sostenida que favorezca los mejores frutos personales de estas
experiencias.
g) la valorización cultural y artística de los Santuarios según la via pulchritudinis como un modo particular de evangelización de la Iglesia.
Todo lo que he determinado con esta Carta apostólica en forma
de Motu Proprio, ordeno que se observa en todas sus partes, no obstante
cualquier disposición contraria, aunque sea digna de mención
particular, y establezco que se promulgue mediante la publicación en el
diario L’Osservatore Romano, entrando en vigor quince días después de
la promulgación y, a continuación, insertado en los Acta Apostolicae
Sedis.
Dado en la Ciudad del Vaticano el 11 de febrero de 2017, memoria litúrgica de la Virgen de Lourdes, IV año del pontificado.
[1] Congregación para el Culto Divino Y la Disciplina de Los
Sacramentos , Directorio sobre piedad popular y liturgia. Principios y
orientaciones (2002), 263.
[2] Cfr V Conferencia General del EpiscopaDo Latino-americano Y deL Carib, eDocumento de Aparecida, 29 junio 2007, 259.
[3] Exhort. ap. Evangelii gaudium, 122.
[4] Cfr Consejo Pontificio de la Pastoral para los Emigrantes e
itinerantes La peregrinación en el Gran Jubileo del 2000 (25 abril
1998), 12-17.
[5] Cfr Exhort. ap. Evangelii gaudium, 124.126.
[6] PaBlo VI, Exort. ap. Evangelii nuntiandi, 48
[7] Cfr CONSEJO Pontificio de la pastoral pARA LOS Emigrantes e
Itinerantes, El Santuario, memoria, presencia y profecía del Dios
viviente (8 mayo 1999), 10.