El Papa al Colegio Español en Roma
“Queridos hermanos en el episcopado, queridos sacerdotes:
Quiero hacer llegar mi saludo a toda la comunidad del Pontificio
Colegio Español de San José y agradecer al Señor Cardenal Ricardo
Blázquez Pérez las amables palabras que, como Patrono del Colegio, me ha
dirigido en nombre de todos, en esta conmemoración.
Doy gracias a Dios por la hermosa obra que instituyó el beato Manuel
Domingo y Sol, fundador de la Hermandad de Sacerdotes Operarios
Diocesanos del Sagrado Corazón de Jesús, y por la labor de los mismos
durante todos estos años.
Esta Institución nació con la vocación de ser un referente para la
formación del clero. Formarse supone ser capaces de acercarse con
humildad al Señor y preguntarle: ¿Cuál es tu voluntad? ¿Qué quieres de
mí?
Sabemos la respuesta, pero tal vez nos haga bien recordarla, para
ello les propongo las tres palabras del Shemá con las que Jesús
respondió al Levita: «amarás al Señor con todo tu corazón, con toda tu
alma, con todas tus fuerzas» (Mc 12,30).
Amar de todo corazón, significa hacerlo sin reservas y sin dobleces,
sin intereses espurios y sin buscarse a sí mismo en el éxito personal.
La caridad pastoral supone salir al encuentro del otro, comprendiéndolo,
aceptándolo y perdonándolo de corazón.
Pero solos no es posible crecer en esa caridad. Por eso el Señor nos
llamó para ser una comunidad, de modo que esa caridad congregue a todos
los sacerdotes con un especial vínculo en el ministerio y la
fraternidad. Para ello se necesita la ayuda del Espíritu Santo pero
también el combate espiritual personal (cf. Ratio Fundamentalis
Institutionis Sacerdotalis, 87).
Esto no pasó de moda, sigue siendo tal actual como en los primeros
tiempos de la Iglesia. Se trata de un desafío permanente para superar el
individualismo, y vivir la diversidad como un don, buscando la unidad
del presbiterio, que es signo de la presencia de Dios en la vida de la
comunidad.
Presbiterio que no mantiene la unidad, de hecho, expulsa a Dios de su
testimonio, no es testimonio de la presencia de Dios. Lo manda afuera.
De ese modo, reunidos en nombre del Señor, especialmente cuando
celebran la Eucaristía, manifiestan incluso sacramentalmente que él es
el amor de su corazón.
Segundo: amar con toda el alma es estar dispuestos a ofrecer la vida.
Esta actitud debe persistir en el tiempo, y abarcar todo nuestro ser.
Así lo proponía el Fundador del Colegio: «[Señor] te ofrezco y pongo a
tu disposición mi cuerpo, mi alma, mi memoria, entendimiento y voluntad,
mi salud y hasta mi vida» (Escritos III, vol. 6, doc. 111, p. 1).
Por lo tanto, la formación de un sacerdote no puede ser únicamente
académica, aunque esta sea muy importante y necesaria, sino que ha de
ser un proceso integral, que abarque todas las facetas de la vida. La
formación ha de servirles para crecer y, al mismo tiempo, para acercarse
a Dios y a los hermanos. Por favor no se conformen con conseguir un
título, sino sean discípulos a tiempo completo para «anunciar el mensaje
evangélico de modo creíble y comprensible al hombre de hoy» (Ratio,
116).
A este punto, es importante crecer en el hábito del discernimiento,
que les permita valorar cada instante y moción, incluso lo que parece
opuesto y contradictorio, y cribar lo que viene del Espíritu; una gracia
que debemos pedir de rodillas.
Sólo desde esta base, a través de las múltiples tareas en el
ejercicio del ministerio, podrán formar a los demás en ese
discernimiento que lleva a la Resurrección y a la Vida, y les permite
dar una respuesta consciente y generosa a Dios y a los hermanos (cf.
Encuentro con los sacerdotes y consagrados – Milán, 25 marzo 2017).
Yo decía que la formación de un sacerdote no puede ser únicamente
académica y conformarse con esto solo. De ahí nacen todas las ideologías
que apestan en la Iglesia, de un signo o de otro, del academicismo
clerical.
Son cuatro columnas las que debe tener la formación: la formación
académica, formación espiritual, formación comunitaria y formación
apostólica. Y las cuatro tienen que interactuar. Si falta una de ellas
ya empieza a renguear la formación.Así que, por favor, las cuatro juntas
e interactuándose. Finalmente, la tercera respuesta de Jesús, amar con
todas las fuerzas, nos recuerda que allí donde está nuestro tesoro está
nuestro corazón (cf. Mt 6,21), y que es en nuestras pequeñas cosas,
seguridades y afectos, donde nos jugamos el ser capaces de decir que sí
al Señor o darle la espalda como el joven rico.
No se pueden contentar con tener una vida ordenada y cómoda, que les
permita vivir sin preocupaciones, sin sentir la exigencia de cultivar un
espíritu de pobreza radicado en el Corazón de Cristo que, siendo rico,
se ha hecho pobre por nuestro amor (cf. 2 Co 8,9) o, como dice el texto,
para enriquecernos a nosotros. Se nos pide adquirir la auténtica
libertad de hijos de Dios, en una adecuada relación con el mundo y con
los bienes terrenos, según el ejemplo de los Apóstoles, a los que Jesús
invita a confiar en la Providencia y a seguirlo sin lastres ni ataduras
(cf. Lc 9,57-62; Mc 10,17-22). No se olviden de esto: el diablo siempre
entra por el bolsillo, siempre.
Además, es bueno aprender a dar gracias por lo que tenemos,
renunciando generosa y voluntariamente a lo superfluo, para estar más
cerca de los pobres y de los débiles. El beato Domingo y Sol decía que
para socorrer la necesidad se debía estar dispuestos a «vender la
camisa». Yo no les pediré tanto: curas descamisados no, simplemente que
sean testigos de Jesús, a través de la sencillez y la austeridad de
vida, para llegar a ser promotores creíbles de una verdadera justicia
social (cf. Juan Pablo II, Pastores dabo vobis, 30).
Y, por favor –y esto como hermano, como padre, como amigo– por favor,
huyan del carrerismo eclesiástico: es una peste. Huyan de eso. Queridos
superiores, colegiales y exalumnos de este Colegio Español de San José:
confiemos al santo Patriarca, Protector de la Iglesia, sus
preocupaciones y proyectos, que él los acompañe, junto a María
Santísima, invocada por la tradición del Colegio como Madre
Clementísima, para que puedan crecer en sabiduría y gracia, y ser
discípulos amados del Buen Pastor.
Que Dios los bendiga”.
Que Dios los bendiga”.