P. Antonio Rivero, L.C.
Textos: Éxodo 12,
1-8.11-14; 1 Corintios 11, 23-26; Juan 13, 1-15.
Idea
principal: Día del
Amor hecho entregas y regalos.
Resumen del
mensaje: en la primera Pascua cristiana, Dios Padre por amor nos entrega
generosamente a su Hijo-Cordero inmaculado e inmolado para nuestra salvación
(primera lectura). Y Jesús por amor nos entrega el sacerdocio, la Eucaristía y
el mandamiento del amor (evangelio y segunda lectura). Sólo necesitamos manos y
corazón para recibir estos regalos maravillosos y agradecerlos con amor.
Puntos de la
idea principal:
En primer
lugar, en esta
Santa Misa Vespertina de la Cena del Señor la Iglesia conmemora aquellos
momentos en que Cristo nos dio las máximas pruebas de su amor, ofreciendo su
vida por nosotros. Con esta celebración comienza el solemne Triduo Pascual,
donde el misterio infinito del Amor de Dios por la humanidad caída se despliega
ante nuestros ojos y nos invita a la gratitud, la adoración, la reparación y la
imitación. Este amor se hace entrega y regalo: el regalo del sacerdocio
ministerial, el regalo de la Eucaristía y el regalo del mandamiento nuevo del
amor.
En segundo
lugar, ¿qué
simbolizan esos tres regalos? En el lavatorio es el amor que se humilla. En la
Eucaristía es el amor que se inmola, o sea, se parte, se comparte y se reparte,
perpetuando el sacrificio de Cristo en la cruz. En el sacerdocio es el amor que
se hace visible y se prolonga en hombres de carne y hueso a quienes Jesús hace
“otros Cristos” que lo representen y se configuran con Él, que es Cabeza y
Pastor.
Finalmente, ante el regalo del lavatorio y el
mandamiento del amor, sólo cabe dejarme lavar mis pies y mi conciencia y
abajarme para lavar los pies de mis hermanos con la caridad. Ante el regalo de
la Eucaristía, sólo cabe el agradecer, recibirla con corazón limpio y el
hacernos eucaristías vivas para nuestros hermanos, para que nuestra vida sea
una Eucaristía permanente, es decir, una inmolación constante por los demás,
una presencia consoladora para los demás y un factor de unidad con los demás.
Ante el regalo del Sacerdocio, nos toca rezar todos los días para que Dios nos
mande santos sacerdotes a su Iglesia.
Para
reflexionar: ¿cómo
estoy tratando el mandamiento del amor: con delicadeza o lo pisoteo con mi
egoísmo e soberbia? ¿Cómo vivo la Eucaristía: con fervor, limpieza interior y
adoración? ¿Pido a Dios se apiade de nosotros enviando santas y abundantes
vocaciones al sacerdocio?
Para rezar: Señor, gracias por tu Eucaristía,
por el don de Ti mismo; que también yo me haga eucaristía para mis hermanos.
Gracias, también, por el don del sacerdocio; santifica a tus sacerdotes. Y
finalmente, gracias por tu mandamiento del amor; sólo así podré amar a mis
hermanos como Tú los amas. Amén.